El momento en que me doy cuenta que mi sobrino de 2 años se viste mejor que el promedio de los hombres heterosexuales.
Y así muchos otros niños que apenas dejaron los pañales.
Por Gabriela Segovia
El otro día fue el cumpleaños número dos de mi sobrinito Xavi. Él, el chileno-español que me robó el corazón desde que nació, estuvo celebrando como los grandes durante toda esa semana, y se tomó las calles de Barcelona junto con su mami y el resto de su familia ibérica.
Yo, como la estudiante responsable que soy, no pude ir a visitarlo para decirle el "FELIZ CUMPLEÑOS" que me hubiese encantado gritarle, así que tuve que conformarme con las millones de fotos que me enviaron vía Whatsapp y qué se yo.
Háganse una imagen mental: yo, gritándole a mi celular como la tía más chocha del mundo, con mi mamá y mis tías gritando igual o peor que yo al lado. La cosa es que, después de dos horas de chillidos insoportables -inclúyome- sobre lo lindo y grande que estaba, me fijé en lo que siempre me fijo: la ropa; el outfit.
Pero qué mino mi sobrino, pensé. Pero, en serio. No, pero en serio, míralo.
Y después me pregunté: ¿cómo es posible que mi sobrino de 2 años se vista mejor que el promedio de los hombres? Porque, seamos realistas: si sacáramos el porcentaje de los hombres que se visten bien en Chile -pero bien bien-, la cifra sería bastante penosa. Y si de ese porcentaje, sacáramos cuántos combinaron bien el outfit por sí mismos -sin ayuda de la polola, de la amiga, de la hermana, etc.-, o cuántos en realidad se preocuparon de ir a comprar ropa bonita para "x" ocasión, la cifra sería más penosa aún. Y si de ese porcentaje calculásemos cuántos de ellos no son gay...
...dejémoslo ahí.
Es todo un tema esto de los niños que se visten bien ahora. Si buscamos en internet, existen páginas web dedicadas solamente a moda infantil. Existen cuentas de Instagram o de Twitter donde muestran como estos pequeños estilosos se toman las calles como su propio reino, dejando atrás a muchos de los que ya pasamos los 20 años.
Obviamente esto no es su decisión. Varios de ellos ni siquiera han articulado su primera frase coherente; difícilmente los veo diciéndole a sus madres que quieren una prenda de la última colección de Zara Kids. Pero, aparentemente, la generación de madres fashionistas se han dedicado a lucir su experiencia vistiendo a los pequeños como verdaderos supermodelos.
Awwww.....
Sin embargo, ¿hasta qué punto esto es bueno? Muchos dirían que las madres simplemente se proyectan en los niños. Que está bien que a una mujer le guste la moda -quizás demasiado-, pero que deben dejar a sus hijos(as) decidir si ellos(as) quieren seguir el mismo camino cuando estos tengan capacidad de hacerlo.
Admito que yo soy una de las potenciales futuras madres fashionistas que amaría vestir a sus hijos como si fueran pequeños muñecos. Pero también debo admitir que este deseo hay que controlarlo -sobretodo quienes ya tienen hijos y se tientan con la posibilidad de hacerlo.
Me explico: la idea no es dejar de vestir bien a los niños, si eso es realmente lo que las madres quieren. Pero no hay que olvidar que los niños son niños, y deben comportarse como tal. Mientras la moda y el estilo no les impidan jugar, estar cómodos y desenvolverse bien, entonces todo bien. Por eso aplaudo a la madre de mi sobrino: hasta donde yo he visto, el pequeñín salta y corre como se le da la gana. Y hasta donde yo he visto, puede ensuciarse todo lo que quiera -da lo mismo si la ropa que está usando es de diseñador. Yo lo veo feliz.
¡Los niños son niños! La idea es tampoco frustrarse si en el futuro ellos no quieren seguir el mismo ejemplo, pues siempre está esa opción. Al fin y al cabo, ellos no son extensiones de los padres.
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